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FÁBULA VI
La cierva y el león
Más ligera que el viento,
Precipitada huía
Una inocente Cierva,
De un cazador seguida.
En una oscura gruta,
Entre espesas encinas,
Atropelladamente
Entró la fugitiva.
Mas ¡ay! que un León sañudo,
Que allí mismo tenía
Su albergue, y era susto
De la selva vecina,
Cogiendo entre sus garras
A la res fugitiva,
Dio con cruel fiereza
Fin sangriento a su vida.
Si al evitar los riesgos
La razón no nos guía,
Por huir de un tropiezo,
Damos mortal caída.
FÁBULA VII
El león enamorado
Amaba un León a una zagala hermosa;
Pidióla por esposa
A su padre, pastor, urbanamente.
El hombre, temeroso mas prudente,
Le respondió: «Señor, en mi conciencia,
Que la muchacha logra conveniencia;
Pero la pobrecita, acostumbrada
A no salir del prado y la majada,
Entre la mansa oveja y el cordero,
Recelará tal vez que seas fiero.
No obstante, bien podremos, si consientes,
Cortar tus uñas y limar tus dientes,
Y así verá que tiene tu grandeza
Cosas de majestad, no de fiereza.»
Consiente el manso León enamorado,
Y el buen hombre lo deja desarmado;
Da luego su silbido:
Llegan el Matalobos y Atrevido,
Perros de su cabaña; de esta suerte
Al indefenso León dieron la muerte.
Un cuarto apostaré a que en este instante
Dice, hablando del León, algún amante,
Que de la misma muerte haría gala,
Con tal que se la diese la zagala.
Deja, Fabio, el amor, déjalo luego;
Mas hablo en vano, porque, siempre ciego,
No ves el desengaño,
Y así te entregas a tu propio daño.
FÁBULA VIII
Congreso de los ratones
Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
Que después de las aguas del diluvio
Fue padre universal de todo gato,
Ha sido Miauragato
Quien más sangrientamente
Persiguió a la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, obligada
De su persecución la desdichada,
En Ratópolis tuvo su congreso.
Propuso el elocuente Roequeso
Echarle un cascabel, y de esa suerte
Al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno a uno,
¿Quién lo ha de ejecutar? eso ninguno.
«Yo soy corto de vista. Yo muy viejo.
Yo gotoso», decían. El concejo
Se acabó como muchos en el mundo.
Proponen un proyecto sin segundo:
Lo aprueban: hacen otro. ¡Qué portento!
Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.
FÁBULA IX
El lobo y la oveja
Cruzando montes y trepando cerros,
Aquí mato, allí robo,
Andaba cierto Lobo,
Hasta que dio en las manos de los perros.
Mordido y arrastrado
Fue de sus enemigos cruelmente;
Quedó con vida milagrosamente,
Mas inválido, al fin, y derrotado.
Iba el tiempo curando su dolencia;
El hambre al mismo tiempo le afligía;
Pero como cazar aún no podía,
Con las yerbas hacía penitencia.
Una Oveja pasaba, y él la dice:
«Amiga, ven acá, llega al momento;
Enfermo estoy y muero de sediento:
Socorre con el agua a este infelice.»
«¿Agua quieres que yo vaya a llevarte?
Le responde la Oveja recelosa;
Dime pues una cosa:
¿Sin duda que será para enjuagarte,
Limpiar bien el garguero,
Abrir el apetito,
Y tragarme después como a un pollito?
Anda, que te conozco, marrullero.»
Así dijo, y se fue; si no, la mata.
¡Cuánto importa saber con quién se trata!
FÁBULA X
El hombre y la pulga
«Oye, Júpiter sumo, mis querellas,
Y haz, disparando rayos y centellas,
Que muera este animal vil y tirano,
Plaga fatal para el linaje humano;
Y si vos no lo hacéis, Hércules sea
Quien acabe con él y su ralea.»
Este es un Hombre que a los dioses clama,
Porque una Pulga le picó en la cama;
Y es justo, ya que el pobre se fatiga,
Que de Júpiter y Hércules consiga,
De éste, que viva despulgando sayos;
De aquél, matando pulgas con sus rayos.
Tenemos en el cielo los mortales
Recurso en las desdichas y en los males,
Mas se suele abusar frecuentemente
Por lograr un antojo impertinente.
FÁBULA XI
El cuervo y la serpiente
Pilló el Cuervo dormida a la Serpiente,
Y al quererse cebar en ella hambriento,
Le mordió venenosa. Sepa el cuento
Quien sigue a su apetito incautamente.
FÁBULA XII
El asno y las ranas
Muy cargado de leña un burro viejo,
Triste armazón de huesos y pellejo,
Pensativo, según lo cabizbajo,
Caminaba llevando con trabajo
Su débil fuerza la pesada carga.
El paso tardo, la carrera larga,
Todo, al fin, contra el mísero se empeña,
El camino, los años y la leña.
Entra en una laguna el desdichado,
Queda profundamente empantanado.
Viéndose de aquel modo
Cubierto de agua y lodo,
Trocando lo sufrido en impaciente,
Contra el destino dijo neciamente
Expresiones ajenas de sus canas;
Mas las vecinas Ranas,
Al oír sus lamentos y quejidos,
Las unas se tapaban los oídos,
Las otras, que prudentes le escuchaban,
Reprendíanle así y aconsejaban:
«Aprenda el mal jumento
A tener sufrimiento; [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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  • Copyright © 2016 WiedziaÅ‚a, że to nieÅ‚adnie tak nienawidzić rodziców, ale nie mogÅ‚a siÄ™ powstrzymać.
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