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que sólo podían comunicarse cuando estaban unos en presencia de otros, y que no
podían hablar con los Ságotas ni con los demás habitantes de Pelucidar por el mismo
medio.
- Lo que hacen - dijo Perry -, es proyectar sus pensamientos en la cuarta dimensión,
donde el sexto sentido de quienes escuchan pueden captarlos. ¿Me explico?
- En absoluto, Perry - le respondí. Sacudió la cabeza con desesperación y volvió a su
trabajo. Nos habían puesto a trasladar una gran cantidad de literatura Maharana de una
habitación a otra, para luego ordenarla en los estantes. Pensé y así se lo dije a Perry, que
estábamos en la biblioteca pública de Futra; pero más adelante, a medida que fue
descifrando la clave del lenguaje escrito, me aseguró que se trataba de los antiguos
archivos de la raza.
Durante este período pensé constantemente en Dian la Hermosa. Evidentemente me
alegraba que hubiera podido escapar de los Mahars, y el destino que le esperaba en
manos del Ságota que había manifestado su propósito de comprarla. Me preguntaba a
menudo si la pequeña partida de fugitivos habría sido alcanzada por los guardias que
volvieron a buscarlos. A veces no sabía si no hubiera sido mejor que Dian estuviera allí,
en Futra, antes que a merced de Hooja el Astuto.
Ghak, Perry y yo hablábamos con frecuencia de una posible fuga, pero el Sariano
estaba tan aferrado a su convicción de que nadie podía huir de Futra, a menos que fuese
por obra de un milagro, que no nos era muy útil. Su actitud era la de quien espera que el
milagro se produzca solo.
Según propuse, Perry y yo hicimos unas espadas de unos pedazos de hierro viejo que
encontramos entre la chatarra que había en las celdas donde dormíamos, pues teníamos
una libertad de acción casi ilimitada dentro del recinto del edificio al cual estábamos
asignados. Había tal número de esclavos para servir a los habitantes de Futra que
ninguno de nosotros tenía que trabajar en exceso, ni éramos maltratados por nuestros
amos.
Escondimos nuestras armas debajo de las pieles que nos servían de lecho, y luego
Perry concibió la idea de construir arcos y flechas, armas que aparentemente eran
desconocidas en Pelucidar. Después necesitaríamos escudos, pero resultaba más
sencillo hurtar éstos de las paredes de la sala de guardias externa del edificio.
Habíamos concluido estos preparativos para defendernos en cuanto saliéramos de
Futra, cuando los Ságotas que habían ido a dar caza a los prisioneros fugitivos volvieron
con cuatro de ellos entre los que estaba Hooja. Dian y otros dos habían logrado eludirlos.
Dio la casualidad de que, como Hooja fue confinado al mismo edificio que nosotros, le dijo
a Ghak que no había visto a Dian ni a los otros después de haberlos soltado dentro de la
oscura gruta. No tenía ni la más remota idea de lo que les pudiese haber acontecido, si
bien tal vez estuvieran aún vagando perdidos en medio de aquel túnel laberíntico, si no
muertos ya de hambre.
22
Mi aprensión por Dian aumentó aun más, y en ese momento, supongo, fue cuando me
di cuenta de que mi afecto por la chica surgía de algo más que de la amistad. Durante las
horas de vigilia ella ocupaba constantemente mis pensamientos, y, cuando dormía, su
rostro tierno rondaba mis sueños. Estaba más decidido que nunca a escapar de los
Mahars.
- Perry - le confié un día al viejo - si es preciso buscaré en cada centímetro cuadrado
de este mundo diminuto hasta dar con Dian la Hermosa y subsanar el mal que le he
hecho. Esa fue la excusa que le di a Perry.
- ¡Mundo diminuto! - respondió con sorna -. No sabes lo que dices, muchacho - y
extrajo un mapa de Pelucidar que había descubierto en el manuscrito que estaba
ordenando.
- Mira - exclamó, señalando -, esto es agua, evidentemente y todo esto es tierra.
¿Notas la configuración de las dos zonas? Donde hay mar en la superficie exterior, aquí
hay tierra. Estas áreas relativamente pequeñas de océanos siguen los contornos
generales de los continentes de la corteza de nuestro mundo. Sabemos que la corteza de
la tierra tiene ochocientos kilómetros de espesor; luego, el diámetro interior de Pelucidar
debe de ser de 11.000 kilómetros, y la superficie de unos 400 millones de kilómetros
cuadrados. Tres cuartos corresponden a la tierra. ¡Piensa en eso! ¡Una superficie terrestre
de 300 millones de kilómetros cuadrados! Nuestro mundo no tiene más de 80 millones
cuadrados de tierra, y el resto está cubierto de agua. Así como a menudo comparamos a
los países por sus superficies relativas, de la misma manera podemos comparar estos
dos mundos y nos encontramos con la extraña anomalía de uno grande dentro de otro
más pequeño. ¿Dónde buscar en Pelucidar a Dian, entonces? Sin estrellas, ni luna, ni un
sol cambiante, ¿cómo hallarla aun cuando supieras dónde puede estar?
La teoría me deshizo y quedé sin aliento; pero sentí que se redoblaba mi afán de
encontrarla.
- Si Ghak nos acompaña tal vez lo logremos - dije.
Perry y yo fuimos a buscarlos y le preguntamos directamente.
- Ghak - dije - estamos decididos a escaparnos de esta esclavitud ¿Nos acompañarás?
- Nos echarán encima a los típdaros - dijo -, y nos matarán. Sin embargo... - vaciló - me
arriesgaría si existiera la posibilidad de huir y volver con los míos.
- ¿Podrías encontrar el camino de regreso a tu tierra? le preguntó Perry -. ¿Y puedes
ayudar a David a buscar a Dian?
- Sí.
- Pero ¿de qué manera - insistió Perry - puedes viajar a un país extranjero sin cuerpos
celestes ni brújula para guiarte?
Ghak no sabía qué eran cuerpos celestes ni brújulas, pero aseguró que se podía llevar
a cualquier hombre de Pelucidar con los ojos vendados hasta el rincón más recóndito del
mundo, y que sabría regresar a su casa por el camino más directo. Le sorprendió que eso
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